Anna López Luna (Barcelona, 1983) es una artista visual diplomada por la Escuela Nacional Superior de París-Cergy. Trabaja entre París y Barcelona; su obra, que examina los cuerpos y las prácticas de represión que se desarrollan, ha sido expuesta en Francia, España, Luxemburgo, Líbano, Argelia, entre otros.
En el pasado Punto de Vista – Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, fue la ganadora del proyecto X Films con Tránsitos, un ensayo experimental que ha estado trabajando este verano en Pamplona/Iruñea, que se centra en los Sanfermines como lugar para pensar nuestro presente, la relación con la tradición, los mitos, las otras especies y la historia.
¿Qué supone una convocatoria como X Films?
Al invitarme Punto de Vista, tuve que pensar un proyecto en un lugar de la península donde nunca había estado. Idealmente me hubiera gustado poder estar durante un tiempo más largo de residencia para entrar en contacto de manera más profunda con el lugar. Esta beca es para mí una oportunidad de desarrollar una obra nueva, con el apoyo del festival y pensada desde el contexto de Navarra y con la ilusión que se estrene en el próximo Punto de Vista en Pamplona.
¿Qué te parece este festival? ¿Qué función cumple para una cineasta experimental?
Los festivales me parecen un lugar muy importante de defender como experiencia colectiva y como apoyo al trabajo de creación audiovisual. Punto de Vista es uno de los festivales de cine documental importantes de la escena internacional, y me parece genial que se desarrolle un festival así en una ciudad como Pamplona y poder descubrir, por ejemplo, el trabajo del cineasta alemán Peter Nestler.
Un requisito de este proyecto es producirlo en Navarra. ¿Conoces el cine documental que se desarrolla en esta Comunidad?
No, realmente no conozco la escena local de Navarra. Conozco algunas películas del cineasta Montxo Armendariz y acabo de descubrir su documental Carboneros de Navarra de 1981, que es un documento precioso a través del testimonio de los últimos carboneros del pueblo de Viloria, y que anticipó su película Tasio sobre el mismo tema.
¿Cómo ves el momento actual que vive el cine de no ficción de vanguardia?
Las grandes cadenas se están comiendo económicamente a los pequeños productores. Creo que es lo que le está ocurriendo a todo el mundo en muchos sectores. El cine de vanguardia para mí tiene que ver con un cine cercano a lo humano, que da voz a lo que se quiere callar, que desvela sistemas de opresión, pero también en su dimensión poética, en el desarrollo de otros lenguajes frente al imponente sistema de comunicación. Para mi no se trata de cine de no ficción, creo que la frontera es porosa.
Te has formado y trabajas en París y Barcelona. ¿Cómo concilias ambos espacios? ¿Qué te aporta estar en ambos lugares?
Barcelona es la ciudad de mi infancia y juventud, donde vive mi familia, y donde necesito volver constantemente. Y París es la ciudad donde me he formado en la Escuela Nacional Superior de París-Cergy, y en la que me he constituido intelectualmente. El hecho de haber vivido en el extranjero en diferentes contextos me ha dado una distancia que me permite volver con otra mirada para abordar las problemáticas y los silencios de la sociedad española.
Combinas las facetas de cineasta con la de artista visual. ¿Cómo abordas cada faceta?
Para mí es la misma faceta, pero cada medio me permite de expresarme de manera diferente. No se realmente dónde está el límite entre artista audiovisual y cineasta. A mí lo que me gusta del campo de la creación artística es que todo es posible. Se puede trabajar con pocos medios, de muchas maneras, inventar muchos recursos. El tema que me parece importante es la cuestión de la ética, la relación con el sujeto, el posicionamiento desde donde se habla. Luego, el problema es cuando desarrollas un proyecto fuera de un sistema de producción y distribución audiovisual instituido es muy difícil que sea programado en festivales. Entonces hay que inventar nuevos canales de visibilización.
En tu trabajo examinas los cuerpos y las prácticas de represión, ¿cómo lo enfrentas en el campo audiovisual?
En el campo audiovisual he trabajado principalmente a través del testimonio. Mi obra más importante es Enterrar y callar, una película sobre el robo de recién nacidos en las maternidades españolas entre los años 1960 y 1990. Es una película que habla de la impunidad que persiste en la democracia, del control sobre nuestros cuerpos de parte de instituciones como el cuerpo médico, administrativo, jurídico. Toda la película está construida a través de la palabra que va retratando el paisaje inquieto de una sociedad subyacente. Una palabra que habla de la experiencia corporal, del control sobre nuestros cuerpos.