Mikel Salas lleva más de 20 años trabajando como compositor en múltiples proyectos audiovisuales. Este año ha participado en el 72. Festival de San Sebastián con tres obras distintas: Cafunè, Los Williams y Mugaritz. Sin Pan ni Postre.
1. Has participado en Zinemaldia con tres obras muy distintas. Los Williams, un largometraje de los hermanos futbolistas; Mugaritz. Sin Pan ni Postre, un desafío gastronómico, y Cafunè, el duelo de una niña para superar un trauma. ¿Cómo ha sido trabajar en proyectos tan distintos entre sí?
Bueno, uno de los mayores alicientes de hacer bandas sonoras, al menos para mí, es la singularidad de cada proyecto. Cada vez te embarcas en un viaje distinto y rodeado de personas diferentes, y eso hace que mi sensación sea la de dejarme llevar para “descubrir” cuál es el universo musical adecuado para cada historia y estar muy abierto y receptivo para ayudarlo a crecer. La idea no es poner “mi música” en una película, sino intentar que la música “crezca” con naturalidad a partir de ese universo particular. Para ello también me ayuda mucho intentar adoptar la visión (y el oído) del director o directora de la película: me obliga a salir de mis querencias musicales (la famosa “zona de confort”) para aventurarme en las suyas. Me encanta esa combinación entre trabajo solitario pero con una visión de equipo. Así que, por ejemplo, de esta triada, Cafunè terminó siendo una combinación de guitarras pequeñitas electrónica y ambient, Los Williams combina hip-hop y txalaparta con música más “futbolística” y Mugaritz. Sin Pan ni postre está hecha solo con sartenes, copas, botellas y un coro.
2. Teniendo en cuenta la importancia que tienen las bandas sonoras en los proyectos audiovisuales, ¿cómo es el proceso de crear una banda sonora de un largometraje, un documental o un cortometraje? ¿En qué momento de la producción entras en el desarrollo? ¿Varía en función de si se trata de un cortometraje, un largometraje o un documental?
Depende mucho del proyecto, de quién lo dirija y de cuándo me incorporo al mismo. Mi preferencia es, si tengo el guion antes del rodaje, hacer música basada en lo que me imagino al leer el guion y conversaciones con quien dirige el proyecto. Es un momento de mucha libertad en el que puedes probar “locurillas” y pasarte todo lo que quieras, porque todavía no hay película, y esto puede ayudar a abrir caminos estéticos que no esperábamos. A veces incluso se han utilizado esas músicas previas en el set de rodaje para crear una atmósfera o ayudar a marcar un ritmo o directamente han llegado a montaje y han marcado el tono y la dirección musical. También me gusta mucho que “jueguen” en montaje con las músicas que les envío: que las troceen y las pongan en sitios y maneras que a mí no se me ocurrirían y luego responder a lo que recibo. También hay directores y directoras que tienen una visión bastante concreta de lo que esperan de la música dentro de la peli y quienes se lanzan más a buscar y experimentar. Como digo, cada persona y cada vez es distinto. En cuanto a las diferencias entre largometraje y cortometraje, son básicamente de cantidad y duración, pero son esencialmente lo mismo.
3. ¿Qué supone para ti que tu música se escuche en un festival de cine como el de San Sebastián?
Me hace mucha ilusión, claro, es uno de los festivales más importantes del mundo. Pero además lo tengo cerquita y tengo una panda de buenos amigos y amigas en Donostia, lo que lo hace una doble fiesta para mí. Me he acostumbrado un poquito mal a tener casi todos los años algún trabajo en el festival y me pongo un poco triste los años que fallo, pero este año fue especial, porque me dijeron desde la organización que yo era la persona que tenía más películas participando.
4. Cafunè se ha hecho con el segundo premio Loterías del festival. ¿Qué significa esto para ti?
Sí, también Mugaritz. Sin pan ni postre se llevó el premio ‘Culinary Zinema’, así que el paso por el festival no fue nada mal. Cafunè es un corto de animación maravilloso que surgió apoyado por Amnistía Internacional y está teniendo un recorrido brillante, se estrenó en marzo y creo que lleva ya más de 20 premios en festivales. Es el segundo que he hecho con Lorena Ares y Carlos F. de Vigo y trabajar con ellos es una alegría personal y artística que espero repetir pronto. Todo el equipo pusimos mucha ilusión y esfuerzo en que la historia de esta niña (no haré spoilers) fuese grande y emocionante, y la respuesta está siendo un regalo.
5. Hasta ahora has trabajado en proyectos de muy distinta índole, desde composiciones orquestales hasta bandas sonoras de cine. ¿Dónde escucharemos a Mikel Salas en los próximos meses?
Ahora mismo estoy trabajando con Natxo Leuza, con quien ya hice El Drogas y varios cortometrajes, en Black Water, un documental bastante traumático sobre la influencia del cambio climático en la vida en Bangladesh. Promete ser música bastante oscura y apocalíptica.